Una transfusión de sangre es un procedimiento en el que se inyecta sangre a un paciente a través de una vía. La sangre que se emplea es donada por personas voluntarias; que pueden ser el propio paciente (autodonación con antelación a una cirugía programada), un familiar o amigo compatible (donación dirigida) o de un voluntario anónimo (recogido por campañas como la de la Cruz Roja).
Los motivos que pueden llevar a una transfusión son cirugías, lesiones, enfermedades y trastornos hemorrágicos. Dependiendo del motivo, se transfunde sangre en su totalidad o parte de esta:
- Glóbulos rojos: transportan oxígeno y desechos.
- Glóbulos blancos: defensa inmune.
- Plasma: parte líquida de la sangre.
- Plaquetas: coagulación.
Antes de transfundir sangre debe determinarse el tipo de sangre del paciente (grupo sanguíneo), extrayendo una muestra que se envía al laboratorio. Cuando ya se sepa su grupo sanguíneo (A, B, AB o 0) y su factor Rh (positivo o negativo), se buscará un donante compatible en el banco de sangre. Por último, se mezcla un poco de ambas sangres para asegurar que no hay ninguna reacción (agrupada, no homogénea).
El procedimiento es rutinario: se hace higiene de manos, limpieza de la zona y se canaliza una vía venosa. Dependiendo de si es una transfusión puntual o va a dejarse en el paciente un tiempo, se puede pinchar en sitios diferentes.
Si es puntual, normalmente se empleará el dorso del codo, pero si es permanente no la podremos canalizar en ese punto porque impediríamos que el paciente pudiera doblar el brazo. Se canalizaría en medio del antebrazo, preferiblemente el no dominante.
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